lunes, 11 de febrero de 2008

Del Evangelio según Axel Ricardo

¿CERRANDO CICLOS?
...AHUITLAHTOLLI
por Axel Ricardo Márquez

A este mundo venimos a dormir,
...venimos a soñar,
porque no es verdad,
no es verdad, que hayamos venido
para vivir la realidad.
Anales de Huejotzinco

El mestizaje, además de la barbarie sobre la que se consumó la conquista, significó la unión de la riqueza cultural de las leyendas ibéricas y las amerindias. El inconsciente colectivo de la naciente sociedad colonial mexicana se vio poblado por difuntos víctimas de la relación amor-odio; de encantadoras o brujas que huían de la hoguera escapando en navíos dibujados en la pared; de madres infanticidas que lloraban su crimen; de enamorados que eternizaban su amor petrificándolo, con el consiguiente enriquecimiento del paisaje orográfico; y de un enorme etcétera.

Camanalli que se mezclaron con las verdades divinas sobre la creación de los mundos, los cielos y los inframundos, es decir nuestra ancestral cosmogonía en la que la Huehuetlahtolli (la antigua palabra verdadera) nos mostraba la forma en la que la humanidad de este lado del mundo había sido creada: nos cuenta cómo Ometecuhtli (señor) y Omecíhuatl (señora), impulsos de vida, se unieron y originaron a Ometéotl, Nuestro Señor Creador.

Las hazañas de nuestros dioses creadores (
Coatlicue, Huitzilopochtli, Tlaloc, Quetzalcoatl y todos los demás) fueron negadas y cubiertas por los mitos propios de los conquistadores, generando una larga era llena de herejía y confusión. La verdad, el mito y la leyenda se mezclaron, creando individuos enfermos de fanatismo o, en el mejor de los casos, de individuos incrédulos.

Yo he sufrido de este mal, la incredulidad se posó en mi persona. Así que cuando conocí la leyenda de Wichily McCoy, de forma automática la deseché. Con el transcurso de las últimas semanas, la leyenda se propagó por los senderos conocidos de la red. Entre el murmullo que suele acompañar a las leyendas, se escuchó una voz dolida que invitaba a despedir al mentado Wichily McCoy, y que por otra parte anunciaba que el Hombre Indispensable, Gerardo, se había tornado en el alfa y el omega, abandonando el plumaje del colibrí para volverse esencia de Ometéotl, mudando su habitación, del Ombligo de la Luna al Décimotercer Cielo, al Omeyocan, guiado por el mismísimo señor Mictlantecuhtli para abordar el elevador desde Mictlan.

Una leyenda con muchos personajes, con muchos incidentes y con un personaje de muchos rostros y varias personalidades, éste último amigo de la casa. Dichos arcanos, cuya inspiración parecía estar en deuda con el dorado escarabajo alanpoeniano, despertaron mi gatuna curiosidad y me pusieron en zona de riesgo. Fue así como este cuhtli y su amada cihuatl acudieron al Teopantli a ofrendar a Xochiquetzal Nuestra Señora, entre otras cosas diosa del canto y la danza y de Xicomexochtli Nuestro Señor, que es el dios de los artistas (debo confesar que en ese ejercicio se recuperó la esencia de la primigenia religión, es decir el religar, el convertir al individuo solitario en la entidad social, en la parte única e indivisible del todo), ocasión que nos permitió ofrendar a Nuestros Señores Mayahuel, amo de los néctares propios de los magueyes y demás alcoholes, y Macuilxóchitl, jefe de los Ahuiateteo o excesos, todas las delicias de la vida en una sola noche, ambientada por los tlatzotzonqui y cuicatlamatini que interpretaban los teocuicatl, trasmutando el instante en un tlaxochihuiliztli.

Por la iconografía del Ostiacalli, imaginábamos que Gerardo El Indispensable haría realidad aquello de caminar sobre las aguas, de multiplicar las botanas o de convertir las aguas minerales en whisky; pero dentro de mi racionalidad sabía que eso no sucedería. Quizá dentro de lo verídicamente posible imaginaba que Gerardo Quetzalcóatl volvería del inmenso mar, ataviado con su túnica azul hawaiana y las tablas de La Jornada, para compartirnos de su sabiduría…

Las notas musicales se estrellaban una a una, o en conjunto contra los lóbulos temporales, permitiendo la excitación intelectua. Agustín Xólotl oficiaba desde el mismo atrio la liturgia eucarística sugerida por Gerardo Huitzilopochtli. Así, palabra a palabra, sentimiento a sentimiento, Gerardo se transustanciaba ora en pan y vino, ora en música y canto, y la misa cumplía con el misterio. La eucaristía era. La religión se hizo.

El teopixqui Agustín recurrió a todos los tlahtoamatl, a la huehuetlahtolli, a la tlamatquitlahtolli, a la tlahtolteotl, e incluso a la yancuitlahtolli, para confrontar y explicar los misterios de la existencia, para demostrar que la vida no se crea ni se destruye, solamente se transforma.

Un susurro irrumpió en mis cavilaciones:

-Ése es el punto, Axelricardoerosgod…

Volteé a ver quién me hablaba. Descubrí la sonrisa plena y la mirada brillante de Wichily McCoy. Pero antes de poder pronunciar palabra alguna, alargó su mano y estrechó mi brazo.

En la vida no hay ciclos, no existe la recta. Existimos en un círculo, estamos en el mismo trazo que se prolonga hasta pasar frente a nuestra inicial posición geográfica. No nos vamos, no hay a dónde ir, somos la misma esencia vital, sólo nos movemos dentro de la línea circular, que desde nuestra perspectiva nuestra visión nos permite vislumbrarla como recta- terminó la frase Gerardo.

Sin comprender aún, sólo atiné a preguntar: ¿Quién eres, Gerardo, Tlacuiloco, Wichily, Huitzi, Axolotl, Agustín, Bugalú? Volvió a sonreír, y en tanto se retiraba -dando pasos hacia atrás- clavando su mirada y afinando la sonrisa, alcancé a escuchar:

-I'm the flyrus. ¿Quién eres tú?

Desapareció entre el humo de los cigarrillos de la feligresía.

La palabra siguió revoloteando entre mis ideas, como una mosca. Hoy decidí adjuntarla a mi limitado vocabulario en forma de alebrije. Él es la Morsca, una bigotona morsa con espíritu "beatle", ojos, extremidades y alas de mosca.

Ese acertijo parecía estar solucionado, ahora es otro pensamiento el que me causa prurito: ¿Quién soy yo?

Aquí, en el tlalticpac, somos simples macehualli, algunos son tecpanecatl y otros somos icnotlacatl. Finalmente todos terminamos siendo icnotlacatl en busca de Tonantzin, quien nos abrazará y alimentará allá en los chicnauhtopan.

Pretendo entender: ahora, Gerardo -con todos sus rostros, con todos sus nombres- se ha vuelto dios. Así se lo ha establecido, según la tlamatquitlahtolli que interpretó armónica la boca del Tlamatinime Agustín:

Así se dirigían al muerto, cuando moría. Si era hombre, le hablaban, lo invocaban como ser divino, con el nombre de faisán. Les decían: Despierta, ya el cielo se enrojece, ya se presentó la aurora, ya cantan los faisanes color de llama, las golondrinas color de fuego, ya vuelan las mariposas. Por eso decían los viejos: Quien ha muerto se ha vuelto un dios.

HuehueAgustín está en lo cierto.

Gerardo se ha vuelto esencia, está en lo que es y en lo que no es, ahora es Tloque Nahuaque. Huitzilopochtli inicia su viaje circular a la noche, Xólotl su gemelo lo cuida, así está establecido en los anales que contiene la Huehuetlahtolli.

Gerardo-Agustín, Agustín-Gerardo son la encarnación de Moyocoyatzin, y esto es tlahtolteotl.

... en todo lugar es invocado, en todo lugar es venerado; se busca su renombre, su gloria en la tierra... solamente es invocado, sólo a su lado y junto a él puede haber vida en la tierra.
Cantares Mexicanos/ Moyocoyatzin

Justificar la ausencia, ponderar la existencia, cerrar ciclos, todo parece ser mera ahuitlahtolli.

1 Comentarios:

Blogger JC dijo...

De haber sucedido esto unos quinientos años antes, Quauhtlatoatzin, en su puestesito, no hubiese tenido ayates de La Morena, sino cuereras de Tlacuiloco.

26 de febrero de 2008, 7:48 p.m.  

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